05 junio, 2006

Latitudes


No importaba si él anduviese en tierras niuyorquinas y ella en el tokio más primaveral. Siempre que él se despertaba a las cinco de la mañana y marchaba a trabajar, ella abría los ojos en ese mismo momento. O si ella no podía con el cansancio y se acostaba temprano, él sentía lo mismo e inmediatamente se veía a sí mismo camino de la cama. De alguna enigmática forma estaban sincronizados telepáticamente. Y no fueron conscientes de ello hasta el día en que se conocieron. Comprendieron entonces el nudo que se les encajó en el estómago la mañana en la que iban a conocerse, y vieron que toda su vida habían estado soñando a la par, viviendo a la par.

C.

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